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ATRACCIÓN PELIGROSA. CAPÍTULO 7. Te advierto que el pudor no es lo mío
Nahia juraba que se estaba quemando, que Aaron Orlenko tenía los dedos tan calientes que ella
sentía como si su cara estuviera ardiendo… y lo que no era su cara también. Podía sentir su
respiración tan cerca, la dureza de su cuerpo apretándola contra la pared, y no era capaz de describir
todas las
sensaciones que la recorrían en ese momento.
Solo supo que cuando volvió a hablar, su tomo salió menos molesto de lo que quería.
-¡Sueltame! No creo que parte de tu contenido de trabajo sea restregarte contra mi pierna.
-No, contra tu pierna no -replicó Aaron-. Pero tengo autorización para restregarme contra todo lo
demás. 2
Nahia abrió mucho los ojos.
-¿¡Autorización de quién!?–siseó.
-Eso es clasificado -sonrió Aaron soltándola, dio un paso atrás. 3
Nahia negó mientras se cruzaba de brazos.
-No te la voy a poner fácil -le advirtió y él apretó los labios.
-¡Para empezar ni siquiera tienes razón para ponérmela difícil! -rezongó él quitándose el saco y
lanzándolo sobre el sofá. Se desabotonó la camisa y empezó a subirse las mangas con un gesto tan
sexy que Nahia casi se tuvo que aguantar el suspiro-. ¡Ya sé que no hice las cosas de la mejor forma,
pero estaba tratando de hacer lo mejor para ti! Austin solo es un cuerpo guiado por un basurero
cerebral, solo intentaba buscar la forma de que renunciaras a tu sueño de venir a estudiar aquí.
La muchacha cerró los ojos y respiró profundo.
-¿Y crees que yo no sé eso? -le espetó, dejándolo paralizado-. ¿Crees que no sé que dio el salto de
mojigato a imbécil olímpico en seis meses? -replicó Nahia y Aaron se quedó mudo porque de verdad
no entendía nada. La próxima vez que quieras hacer lo mejor para alguien, sería bueno que te
aseguraras que tu concepto de “mejor” es igual que el suyo.
Se dio la vuelta y se fue a su habitación, pero no cerró la puerta. En lugar de eso regresó con mantas
y una almohada que lanzó hacia sus brazos.
-No es un sofá cama, no se abre, así que creo que vas a dormir un poquito incómodo pero eso te
servirá para estar muy alerta -le dijo con una sonrisa tan falsa como provocativa-. No cocino, no lavo,
no plancho y no echo flores en el camino de nadie.
-No hay tregua entonces -entendió Aaron mientras sus ojos brillaban con un reflejo peligroso.
-Por supuesto que no sentenció Nahia como si aquello fuera una declaración de guerra.
Se fue a su habitación y esta vez sí cerró la puerta y trató de aguantarse aquella sonrisa de oreja a
oreja hasta que estuvo sola.
“¡Está aquí!“, gritó mentalmente agarrándose las mejillas. “¿¡Qué demonios vino a hacer de allá aqui!?
Follow on NovᴇlEnglish.nᴇt¿ Cómo fue que James lo encontró?! ¡No me jodas que no había buenos guardaespaldas en Inglaterra
y tuvo que ir a buscar uno a Boston…! ¡Pero está aquíiiiiii!”
Ni siquiera Nahia entendía por qué estaba tan emocionada con eso. Después de todo era algo inusual,
tenía ganas de besarlo y matarlo al mismo tiempo.
Nahia se detuvo en aquel pensamiento, era cierto, tenía ganas de besarlo. Por un segundo recordó lo
cerca que lo había tenido y se estremeció.
-¡Ay, Jesús! -exclamó por lo bajo-. ¡Era justo lo que necesitaba de un viaje a Inglaterra: la tentación en
casa! 2
Y la tentación realmente iba a ser el menor de sus problemas, porque el mayor era que aquel
departamentito solo tenía un baño y estaba en su habitación. Pero si creía que eso iba a ser un
problema para Aaron, entonces estaba muy equivocada. 1
Poco después lo escuchó hablar por teléfono, dando instrucciones a diestra y siniestra como si fuera
mucho más que un simple guardaespaldas, pero aunque estaba muerta de la curiosidad, no se atrevió
a salir. Sin embargo, cerca de las ocho de la noche, un olor delicioso empezó a colarse a su
habitación. Nahia hizo un puchero y su estómago rugió. Se había olvidado de comer y aquello olía a
gloria. Finalmente no pudo resistirse y abrió la puerta, para quedarse casi babeando y no era por la
comida. Su guardaespaldas se había quitado la camisa para quedarse en camiseta sin mangas, ¡y
estaba cocinando! Con el saco aquel cuerpazo no se le notaba, pero con la camiseta se veía la
diferencia abismal entre el ancho de su espalda y el de sus caderas. ¡Joder que estaba bueno!
-¿Tienes hambre? -murmuró él sin mirarla y Nahia se sobresaltó.
-No, claro que no respondió ella y como si quisiera desmentirla su estómago rugió.
Aaron se humedeció los labios y trató de no reírse.
Se dio la vuelta y cruzó los brazos después de poner aquella cazuela entre los dos.
-Son varenikis -la provocó. Nahia no tenía idea de qué diablos era aquello pero olía a gloria y él
pareció adivinar su pensamiento-. Si crees que huele bien, te advierto que sabe mucho mejor.
Nahia achicó los ojos viéndolo tan zalamero.
-¿Qué es lo que quieres de mí, Robocop? ¡Escúpelo! -le dijo.
-Tu baño. Mis varenikis por tu baño, necesito bañarme.
-¿Para ponerte cómodo? -preguntó Nahia con tono inocente y él asintió.
-Exacto.
La muchacha se acercó a la isla de la cocina mirando aquella cazuela que se veía tan hermosa… y
luego sacó un bote de helado de la nevera.
-Preferiría pasar hambre, Robocop -replicó antes de darse la vuelta y encerrarse de nuevo en su
habitación.
Aaron bufó con fastidio. Realmente era difícil cuando quería la muchachita. ¿De verdad se creía que él
se quedaría sin bañarse? Cenó tranquilo, pero como había hecho para dos dejó una parte en el
microondas. Se acostó temprano en su sofá duro y cerró los ojos.
Una hora después escuchó aquella puerta abrirse en medio de la oscuridad y no movió ni un músculo
mientras ella se escurría hasta la cocina y probaba sus varenikis. Se revolvió un poco y casi se ahogó
de la risa cuando se dio cuenta de que ella se había tirado al suelo y gateaba por detrás del sofá con
aquella cazuela hasta llegar a su habitación. (2)
En cuanto se encerró de nuevo Aaron pegó la oreja a aquella puerta y la escuchó suspirar media
docena de veces mientras comía.
“Bueno… tú te comiste mi comida… hora de entregar tu baño“, pensó él.
Abrió su maleta y en aquella perfecta organización encontró justo lo que estaba buscando: “Mi fiel
amigo el destornillador“.
Debía ser cerca de las dos de la madrugada cuando por fin el departamento estuvo en perfecto
silencio y Aaron se puso a trabajar. Apenas puso un pie en la habitación de Nahia contuvo el aliento,
solo había luz que salía de una pequeña lámpara pero era más que suficiente para iluminar aquel
trasero respingón. Daban ganas de mordérselo… pero eso tendría que esperar.
Se metió al baño y trató de hacer el menor ruido posible, pero en el fondo sabía que era inevitable que
ella se despertara, Sonrió de oreja a oreja cuando al vio levantar la cabeza aturdida sobre esa
almohada que estaba abrazando, y más cuando la vio abrir los ojos de par en par.
-¡Cristo Divino! -gritó Nahia abriendo mucho los ojos cuando lo vio salir de su baño, con una toalla
alrededor de las caderas y el agua goteándole desde el cabello mojado. ¿Cómo te metiste aquí,
Robocop!?
-Pues tú te comiste mis varenikis, así que lo justo es lo justo. Solo me bañé -respondió él haciéndole
un guiño y Nahia pestañeó con incredulidad.
-¡Mi puerta estaba cerrada, por dentro! ¿La forzaste?
-Nop. Hice algo mejor -replicó el marchándose y Nahia se lanzó de la cama para ir a ver por qué su
habitación estaba tan… abierta-, Ups, parece que ya no tienes puerta.
Nahia se llevó las manos a la cabeza cuando vio que Aaron había sacado la puerta de sus goznes y la
había desaparecido.
-¡No puedes hacer esto! ¡Necesito mi puerta! ¡Esta es mi privacidad! -rezongó.
-Pues hasta que no aprendas a convivir sanamente no hay privacidad en esta casa -replicó él-. Y
mejor métete a tu cuarto porque me voy a cambiar y te advierto que el pudor no es lo mío.
-¿Estás hablando en ser…? ¡Jesús! -Nahia se dio la vuelta y se puso de cara a la pared como niña
regañada cuando vio que de verdad se iba a quitar la toalla. Luego se fue, tanteando con los ojos
cerrados hasta encontrar la abertura del cuarto-. ¡Te juro que esta me la pagas, Robocop! 2
Nahia estuvo despierta otro buen par de horas, rezongando y quejándose, hasta que finalmente se
quedó dormida porque ya era un hecho que no le iban a devolver su puerta.
Al día siguiente estaba lista para empezar la mañana en guerra, sin embargo apenas salió de su
Follow on Novᴇl-Onlinᴇ.cᴏmhabitación cuando se encontró a Aaron perfectamente vestido y arreglado. Si era honesta tenía que
reconocer que no sabía cómo le gustaba más: si serio y en traje, o sin traje y en serio. $
Estaba ya ideando la primera batalla cuando vio aquel sobre en su mano.
-¿Qué es eso? -preguntó un poco nerviosa porque ya lo imaginaba.
-Uno de tres. Creo que son cartas de respuesta de las universidades porque vienen con los sellos –
respondió Aaron y sonrió internamente cuando vio aquellos ojitos brillar.
Nahia se acercó y miró los sobres. Habían sido enviados de las universidades de Manchester,
Cambridge y Lancaster. La muchacha contuvo el aliento antes de abrir el primero…
-Entré a Manchester -murmuró y Aaron le pasó otro animándola a abrirlo.
Tres cartas, tres aceptaciones.
-¡Wow! ¡Debes ser muy inteligente! -la elogió Aaron con sinceridad.
-La de Oxford todavía no llega… eso no es buena señal, ¿verdad? -murmuró ella con preocupación y
Aaron negó.
-Oye, hay gente que no entra ni a una y tú ya entraste a tres–le dijo Aaron-. Oxford va a llegar, si el
decano no es estúpido te aseguro que ya estará firmando tu carta de aceptación. Y en el peor de los
casos… te recomiendo Cambridge.
Ella suspiró mientras intentaba mantenerse tranquila, pero aquella afirmación la hizo levantar la
cabeza con curiosidad.
¿Por qué Cambridge? -preguntó.
Porque ahí estudié yo.
No me jodas! ¿Estudiaste en Cambridge?!
Te he dicho que te ves muy linda cuando te ponès grosera?
-Pues con razón me provocas tanto, pero respóndeme–insistió ella-. ¿Cómo un graduado de una de
las mejores universidades de Europa acaba siendo guardaespaldas?
La carcajada de Aaron llenó el pequeño departamento y luego le hizo un guiño.
-Tú no tienes ni la más mínima idea de lo que yo soy respondió-. ¿Va a querer ir a algún lado hoy,
señorita King?
Nahia le sacó la lengua pero aceptó salir; y Aaron se dio cuenta de que estaba nerviosa por aquella
carta que no acababa de llegar.
Hacerse desplantes y hacerse bromas pesadas fue la parte normal del día, unas veces echaba humo
él y otras era ella la que estaba a punto de estallar, pero cuando llegaron las diez de la noche y ya él
estaba acomodadito, bañadito y rico en ese sofá del demonio viendo una pelea de campeonato de la
UFC… la escuchó tararear muy feliz… ¡y eso definitivamente debía ser malo!
Se asomó a su puerta y la vio revolver en su closet.
-¿Qué haces? -la increpó y ella se giró con un gesto de desafío.
-Estoy revisando qué me puedo poner para salir a un club.
-Yo te digo–le sonrió Aaron-: Ponte triste, porque no vas a ir. (21)