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ATRACCIÓN PELIGROSA. CAPÍTULO 45. ¿Te lastimaste?
Nahia y Aaron se miraron por un solo segundo antes de salir corriendo hacia el edificio central. Los
murmullos y la estela de niños asustados los dirigió a la cocina para encontrarse a Meli y a Maddison
desesperadas frente a la puerta de la nevera.
-¿Qué pasó?-le gritó Nahia llegando.
-¡Camille, Camille se quedó encerrada dentro! -exclamó Meli.
Nahia sabía de quién hablaba y de inmediato se giró hacia Aaron.
-Es una niña de cuatro años-le dijo.
-¿Cómo es que se quedó encerrada? -preguntó Aaron acercándose y revisando la puerta.
No era un refrigerador común y corriente, sino una nevera industrial que almacenaba comida para más
de trescientos niños. La puerta era ancha y gruesa.
-Su hermano mayor viene a robar helado para ella -murmuró Maddi-. Todos lo sabemos pero lo
dejamos porque es algo lindo entre ellos, pero Pax agarró gripe esta semana y creo que ella quiso
hacer lo mismo.
-¡Uno de los chicos mayores la vio entrar y fue tras ella, pero ya no pudo abrir la puerta! -se desesperó
Meli-¡Hay menos seis grados en ese congelador, por dios!
En ese momento Nathan y James venían corriendo y antes de que pudieran reaccionar Aaron les
lanzó la Ilave de su auto.
-¡En la cajuela, hay una pica de demolición! ¡La necesito! -exclamó y James salió corriendo hacia el
estacionamiento ante el gesto angustiado de su mujer.
-¿Qué estás pensando, qué vas a hacer? -preguntó Nahia viendo cómo intentaba forzar inútilmente la
cerradura.
-Esto debió trabarse por dentro…
-¿Y no puedes usar la fuerza de tu brazo? -lo increpó Nathan-. ¡Hiciste chatarra el cañón de una
escopeta!
Aaron negó mientras señalaba la manija.
-Tampoco soy Superman, no exageres. Puedo sacar el mecanismo a la fuerza pero para eso tengo
que llegar a él, por eso necesito el martillo -le explicó. De lo contrario solo arrancaremos lo de afuera y
el mecanismo de cierre quedará intacto. 1
Nathan hizo un gesto de asentimiento y luego se giró hacia su mujer.
-Vamos a sacar a la gente de aquí. No queremos asustar a los niños. Vamos.
En cuestión de segundos despejaban la cocina y James llegaba corriendo con aquella pica.
Aaron sentía que su corazón palpitaba como loco, las paredes eran demasiado gruesas como para
atacarlas incluso con un martillo de demolición, pero el metal externo de la puerta de la nevera era
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suave.
Todos se echaron atrás para darle espacio y lo siguiente que se escuchó fue el golpe seco de metal
contra metal. La pica se clavó violentamente en la puerta, abriendo un hoyo pequeño que Aaron se
encargó de hacer más grande con algunos golpes más
James se acercó a una señal suya y miró por el agujero que había llegado a la primera capa de
revestimiento.
-¡Puedo ver el engranaje! -exclamó.
Aaron se acercó de prisa y tanteó el agujero.
-Puedo llegar desde aquí… puedo intentarlo.
Metió la mano entre los paneles y se escuchó un ruido como de aire comprimido mientras el rostro de
Aaron enrojecía por el esfuerzo. Cada uno de los músculos de su espalda podía verte incluso por
debajo de la playera, tensos como si estuvieran a punto de romperse. Y si alguien creía que un brazo
mecánico no podia doler se equivocaba, porque a medida que sus dedos rompían aquellos
engranajes, también debía tirar de ellos para destrabar la puerta, y ese hombro con el que tiraba no
era mecánico, era el suyo. : Luego de un minuto que pareció infinito, el mecanismo de la puerta se
deshizo con un fuerte chasquido de metal rompiéndose y la puerta se abrió con estrépito.
James y Nathan lo ayudaron a separarla completamente, la luz se encendió y dentro había una niña
llorando desesperadamente.
Las lágrimas de Nahia empezaron a caer mientras veían cómo su padre levantaba en brazos a una
pequeña niña con el pelo negro y los ojos grandes.
-¡Camille! ¿Camille, estás bien? -se le acercaron todos.
La pequeña temblaba, pero gracias a Aaron solo había estado pocos minutos en la nevera así que con
un par de mantas calentitas pronto se le pasaría.
Las mujeres se apresuraron a atender a la niña y llevarla a la enfermería mientras Nathan y James
miraban a Aaron, que tenía la frente apoyada todavía en aquella puerta.
-¿Estás bien, muchacho? -le preguntó Nathan y Aaron asintió, haciendo un esfuerzo para sacar aquel
brazo de entre los paneles.
El negro lustroso venía rayado, con muchos cortes y en los espacios de las articulaciones echaba
chispitas de cuando en cuando.
-Todo está bien -murmuró él-. Solo tengo que cambiarlo más tarde. 2
-Parece que te duele….
-No es nada, ya estoy acostumbrado -sonrió Aaron.
Nathan y James le agradecieron y corrieron también en dirección a la clínica de la escuela.
-¿Está todo bien? ¿No tiene hipotermia? -preguntó Nathan apenas llegaron.
-No -Aseguró la doctora de guardia-. Está muy bien, gracias a que la sacaron a tiempo.
-¡Gracias a Dios! -exclamó Maddi.
-A Dios y a Robocop -murmuró James-. Mamá, ¿por qué no hablas con él para que venga? Creo que
se lastimó.
Meli asintió pero antes miró a su hija y Nahia asintió.
-Yo me ocupo -dijo corriendo de regreso a la cocina.
Por su parte, apenas los King habían salido, Aaron se había dejado caer en una silla de la cocina,
sosteniéndose el hombro con un gesto de dolor. No pasó mucho tiempo antes de que escuchara una
voz suave junto a él.
-¿Te lastimaste?
Aaron giró la cabeza, sorprendido, para ver a aquel chico junto a él en su silla de ruedas. 2
-Kyle…
-¿Te lastimaste? -insistió el niño con mirada interrogante y Aaron suspiró.
-Solo un poco -confesó-. Tuve que forzar la unión entre mi brazo de verdad y el de metal. Eso dolió
mucho. Es más fácil golpear con él que tirar de algo.
El niño lo miró con expresión preocupada.
-¿Qué pasa si la unión se rompe? -preguntó.
Aaron negó, porque esa era la única posibilidad que le asustaba a su hermano.
-Pues si daño las partes que van pegadas a mi cuerpo, supongo que tendrían que operarme, cortar un
poco más arriba, y volverlo a colocar le dijo.
-¿También es así con las piernas? -lo increpó Kyle y Aaron podía notar la indecisión en él.
-No lo sé… espero que no. Además tú no harías con las piernas la cantidad de estupideces que yo
hago con este brazo. Pero supongo que eso es algo que vas a descubrir tú -murmuró Aaron sin poder
creer que aquel niño estuviera hablando con él.
-¿Me va a doler que me las pongan? -preguntó.
-Sí, sí va a doler, y durante un tiempo va a ser muy difícil, pero si tienes valor para hacerlo, entonces
siempre habrá personas que te acompañen y te ayuden en el camino -le dijo Aaron sintiendo aquel
nudo en la garganta.
-¿Tú tuviste mucha gente que te ayudara? -susurró el niño y Aaron suspiró. 1
-No toda la que hubiera querido, pero ya sabes cómo es, a las personas como nosotros le cuesta
trabajo pedir ayuda -murmuró con tristeza-. De verdad espero que tú no seas así, y que aceptes en tu
vida a las personas que quieran ayudarte, y quererte. 1
El niño asintió en silencio y luego le dio vuelta a su silla de ruedas.
-¿Nos vemos mañana? -murmuró.
-Nos vemos mañana -le sonrió Aaron y Nahia salió corriendo hacia uno de los pasillos laterales para
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mejor que podía enseñarle.
Aaron respiró profundamente antes de ponerse de pie y se dio cuenta de cuánto le pesaba el brazo en
aquel momento. Llegó al estacionamiento y trató de abrir la puerta de su auto, pero sus dedos
simplemente no se cerraron. 1
-¡Maldición! -gruñó por lo bajo cuando el latigazo de dolor le llegó a la espalda y se sostuvo del auto
esperando que pasara.
A veces de verdad se le olvidaba que no debía hacer cosas como aquella. Respiró pesadamente
mientras abría la puerta del auto con su mano sana, pero antes de que se metiera, una mano se posó
sobre el cristal, cerrándola de nuevo.
-Nahia… balbuceó él sorprendido y ella lo miró durante un largo segundo antes de señalarle una
camioneta que estaba al lado.
-Sube. Yo te llevo.
Aaron se quedó medio atontado por un segundo y luego negó.
-No, mejor no, no puedo dejar mi camioneta aquí. Tiene… cosas sensibles que no deberían estar en el
recinto de una escuela.
Nahia apretó los labios, porque conociéndolo como lo conocía, era probable que hasta granadas de
mano llevara.
-Bien, pero yo conduzco.
-Nahia…
-¡Yo conduzco, dije! -sentenció ella-. Solo quiero asegurarme de que estés bien… ¡y no me digas que
lo estás porque no engañas ni a mis pantuflas de conejo!
Durante un largo minuto se miraron con impaciencia y finalmente él asintió conforme.
Nahia se puso al volante y salió de la propiedad.
-¿Dónde vives? -le preguntó y Aaron puso cara de espanto, recordando que tendría que darle su
dirección. Aaron ¿dónde vives?
Él cerró los ojos un instante y suspiró.
-Frente a tu casa -murmuró y Nahia lo miró con incredulidad. 4
-¿Me estás jodiendo? -lo increpó.
-Bueno… si sales de tu propiedad y cruzas tu verja, y luego cruzas la carretera, atraviesas la verja del
frente y avanzas unos cien metros hasta esa casa… ahí vivo yo -susurró él y la muchacha apretó los
labios.
-Déjame adivinar, ¿cuando llegue a tu casa voy a encontrar un enorme telescopio apuntando hacia la
mía? -le gruñó
-No…
-¡No me mientas, Aaron! -exclamó Nahia y él bajó la cabeza.
-No tengo un telescopio…
-¡Gracias a dios! 4
-…para eso uso la mirilla del rifle…