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La Novia Equivocada Novela de Day Torres

LA NOVIA EQUIVOCADA CAPÍTULO 32
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CAPÍTULO 32. Yo te creo Meli tenía la respiración entrecortada y si bien todavía no tenía los ojos

llenos de lágrimas, era evidente que estaba a punto.

– Meli, nena, ¿qué pasa? Dime qué pasa – le suplicó Nathan asustado mientras acariciaba su rostro.

– Es que… no… no me puedo parar -susurró ella y Nathan respiro aliviado, cerrando los ojos mientras

la atraía hacia su pecho. .

– No pasa nada, nena. No pasa nada-sonrió besándola-. Es normal. ¿Te duele mucho?

Meli arrugó el ceño como si se estuviera autoevaluando y luego negó.

– No… no demasiado, pero me siento las piernas de mantequilla -murmuró.

-Y así tiene que ser, esas piernas ya no son para caminar, son para que yo las cargue y te lleve como

la princesa que eres a donde quieras ir-replicó él con una mirada pícara y antes de que Meli pudiera

protestar, ya él la estaba besando de nuevo.

La acarició despacio y la acurrucó hasta que amaneció del todo. Luego cumplió su palabra y la llevó

hasta el baño, para darle una ducha deliciosa. Luego todo fueron idas y venidas como adolescentes.

Él fue hasta su cuarto a buscarle ropa, se escapó a la cocina por café, el abuelo lo descubrió y Sophia

se quejó porque Meli no bajaba a desayunar.

Finalmente cuando los dos estuvieron bien presentables, y Meli se sentó en borde de la cama, Nathan

se arrodilló frente a ella para luego alzarla en brazos y llevarla con él. Bajaron las escaleras y como a

Meli aún le costaba un poco caminar, Nathan la llevó hasta el comedor y la sentó sobre sus piernas.

Meli trató de apartarse rápidamente, pero antes de que pudiera hacer ningún movimiento, Nathan le

sostuvo el rostro y la besó en los labios, como si eso fuera suficiente para demostrarle que no se

estaba escondiendo.

-¿¡Ya es tu novia!? ¡Meli! ¿Ya eres novia de mi papi? – preguntó Sophia tan emocionada que Nathan y

Meli se miraron. – Respóndele tú – la invitó él—. Yo ya dije que no decidía por ti. Meli se sonrojó pero

termino asintiéndole a la niña.

-Sí, Sophi, soy novia de tu papá ahora. -¡Sí! -exclamó Sophia—. ¡Todas las operaciones cumplidas con

éxito!

Nathan se echó a reír y negó con una sonrisa.

— No preguntes, te aseguro que no quieres saber – le susurró a Meli. Poco después Sophia se fue a

la escuela y Nathan regresó a Amelie a la habitación.

-Oye, yo también debería ir a la escuela.

– De eso nada, tú te quedas hoy aquí para que yo pueda cuidarte – murmuró él besando una de sus

piernas-, y consentirte, y besarte… Se acurrucó con ella y la verdad fue que no tardó nada en verla

dormirse otra vez, como si no lograra librarse del cansancio. Debía ser quizás mediodía cuando

Nathan escuchó unos toques suaves en su puerta y fue a abrir.

-Señor, hay unos policías en la puerta de la casa, dicen que quieren hablar con usted – dijo una de las

muchachas de servicio.

– Está bien, hazlos pasar, diles que bajo en un momento.

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Nathan se arregló de inmediato y salió de la habitación mientras Amelie se desperezaba poco a poco,

pensando en donde habría ido él. Se puso de pie y se sostuvo de algo, medio sonriente y medio

preocupada porque aquel hombre realmente le había dejado las piernas temblorosas.. Atravesó el

corredor y se acercó a la escalera, pero antes de que pudiera bajar, la voz molesta de Nathan la

detuvo.

-¡Le digo que no fue un error mío! ¡No soy estúpido! -sentenciaba Nathan y dos detectives se movían

ansiosos frente a él. También había otro hombre, vestido con mucha elegancia, que observaba la

situación.

-Señor King, su auto pasó las revisiones, pero no encontramos ningún problema… – decía un policía.

-Pues le puedo asegurar que yo iba en mis cinco sentidos y ese auto no estaba respondiendo al

volante -gruñó Nathan.

– Mire, lo hicimos revisar por los peritos y ahí no hay ni un solo problema. – El detective sacó una foto

y se las mostró—. Los peritos examinaron cuidadosamente el coche y no encontraron ningún indicio

de sabotaje o fallo mecánico. No hubo manipulación, no hay anda roto, ¡la dirección está intacta! El

hombre junto a Nathan tomó la carpeta de fotos y las miró atentamente. -Eso es correcto, la Dirección

del auto no se quebró, está intacta.., la cuestión es que esa no es una dirección de un Maybach S580.

—Los policías se le quedaron mirando atónito y antes de que alguien pudiera preguntarle él mismo se

presentó

-. Edward Ramsey, perito certificado de la compañía Mercedes-Benz. Vengo como parte del seguro del

auto.

Nathan se cruzó de brazos y Amelie se sentó en lo alto de la escalera. Sabía que no estaba bien

escuchar a escondidas pero por alguna razón aquella conversación la ponía alerta.

-Si quieren pueden contratar un consultor externo – declaró el hombre con seguridad. Pero le dirán lo

mismo que yo: esa Dirección no es la que instaló el fabricante.

-¿Entonces el señor King la cambió? -murmuró uno de los policías.

-i¿Y yo para qué diablos cambiaría una pieza original de un auto que compré hace tres meses?! –

rugió.

-¡Señores, señores! Creo que no están viendo el panorama completo -los detuvo el señor Ramsey-.

Algo en esto no va nada bien. El señor King asegura había estado conduciendo perfectamente

momentos antes, pero que el coche pareció descontrolarse de repente. Si él dice que sintió como la

dirección del auto se rompía y no respondía después, deben creerle. Estas fotos solo significan que

alguien cambió luego la pieza rota por una mucho más barata, lo cual es lógico teniendo en cuenta

que la “dirección” original de eşe auto puede costar cerca de treinta mil dólares. Un experto en peritaje

de tránsito les dirá que la pieza no tenía problemas, pero un experto en peritaje de la Mercedes les

dirá que esa pieza no la fabricamos nosotros.

– Entonces es obviamente un intento de homicidio disfrazado de accidente – murmuró uno de los

policías—. Pero ¿cómo? ¿Cuándo cambiaron la pieza

saboteada por una buena?

– ¿A dónde llevaron el auto cuando lo incautaron? -sugirió Edward. – Al depósito de la ciudad, estuvo

allí toda la noche hasta que fue llevado esta mañana ante los peritos -respondió un detective.

– Tiempo más que suficiente para hacer el cambio – declaró Ramsey-. Estoy seguro de que no debe

ser muy difícil sobornar a los guardias de un depósito de autos.

Los policías asintieron con seriedad.

-¿Usted tiene enemigos, señor King? -preguntó uno de los detectives. -¡Por supuesto que tengo

enemigos! ¡Pero va a necesitar un cuaderno mucho más grande que ese para anotarlos! Nathan

estaba furioso, pero el señor Ramsey mantenía su compostura.,

-¿Usted puede venir con nosotros y ayudarnos con la investigación? – le pidieron al experto y este

accedió al instante.

Nathan los despidió en la puerta y estaba listo para subir de nuevo cuando vio a Amelie sentaba en el

último escalón. Subió la escalera de dos en dos y se detuvo frente a ella. -¿Meli? ¿Estás bien? –

preguntó dándose cuenta de que tenía la mirada perdida. -Si… lo siento por espiar. – No pasa nada,

no hay nada de esto que no puedas saber, pero ¿por qué estás así?

Amelie pasó saliva antes de responderle:

– Es que esto me recuerda mucho al accidente que tuve con mi madre — murmuró. Nathan sintió un

nudo en la garganta. Se sentó a su lado y la rodeó por los hombros.

– ¿Quieres hablar de eso? – le preguntó suavemente.

Amelie asintió y comenzó a contarle:

-Mi madre estaba manejando y yo iba sentada atrás, cuando de repente el coche se descontroló. No

pude hacer nada para ayudarla y al final chocamos contra otro auto. El único consuelo que tengo es

que no sufrió mucho, mi madre murió en el impacto. Nathan la abrazaba mientras Amelie lloraba por lo

sucedido. Él sabía lo doloroso

que era recordar aquello. – Lo siento, Meli – susurró Nathan acariciándole el cabello mientras ella se

acurrucaba contra su pecho-. Sé que deber ser difícil recordar algo así…

Amelie se alejó de él un poco y negó.

-Sí es difícil, pero no estoy recordándolo por eso sino por lo mucho que se parece… —comenzó a

decir con voz temblorosa- . Yo iba con ella y yo sé lo que vi, sé lo que escuché. La policía culpó a mi

mamá, pero yo la escuché gritar que el auto no le respondía… ¡Todos dijeron que yo estaba

traumatizada! – exclamó ella

– ¡Nadie me escuchó, nadie me creyó! ¡La policía dijo que el auto estaba bien, mi tío insistió en que

solo había sido un accidente causado por mi madre pero…!

Amelie se cubrió la cara con las manos y sollozó amargamente pero Nathan la abrazo de nuevo, esta

vez con más fuerza.

– Meli, yo te creo, no estás sola-le susurró al oído—. Juntos vamos a encontrar

la verdad, te lo prometo. La levantó en brazos y la llevó de regreso a la habitación. Le preparó una

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bañera de agua tibia para que se relajara y apenas logró meterla ahí, salió y llamó al número de Paul

Anders.

– ¿Nathan? Me acaban de decir que la policía estuvo en tu casa.

-Sí, por eso te llamo. Me preguntaron si tengo enemigos y uno en particular me viene ahora a la

cabeza, un enemigo y demasiada similitud con un viejo accidente

-murmuró Nathan.

-Cuéntame sobre eso – le pidió Paul y él no tardó en relatarle todo lo que le había contado Amelie —.

Bueno, no se puede negar que Aquiles Wilde tenía un motivo fuerte para atentar contra su cuñada, y

en este momento tú eres su principal enemigo.

– Exacto, y los perros viejos no aprenden trucos nuevos – sentenció Nathan. – Bueno, voy a empezar

a cobrar favores -dijo Paul—. Veré si puedo hacer que me entreguen el expediente del accidente de

Melissa Wilde.

Nathan se despidió, agradeciéndole, y fue a reunirse con Meli en la bañera. Se sentó detrás de ella y

la hizo recostar la espalda en su pecho mientras la acariciaba lentamente.

– ¿Estás bien? — le susurró al oído. Amelie asintió y suspiró.

-Sí, estoy mejor. Tenerte aquí conmigo… me hace sentir segura.

Él le besó el cuello, provocándole escalofríos, y acarició a sus pechos con la espuma. Meli gimió

cuando él jugó con sus pezones y arqueó la espalda para permitirle un mejor acceso. Su mano

descendió hasta su cintura y luego entre sus piernas, frotando en círculos su sexo mientras ella

jadeaba. El agua está caliente y los dos necesitaban relajarse. Amelie podía sentir la erección de

Nathan presionando su espalda y no pudo evitar darse la vuelta para encontrar su boca. Un segundo

después estaba sentada a horcajadas sobre él, jadeando de pasión y deseo mientras se frotaba contra

su cuerpo. Nathan acarició su espalda y sus manos se cerraron poderosas sobre sus nalgas, avivando

aquel fuego que había entre los dos. Meli ardía como un pequeño volcán y Nathan no pudo

contenerse por más tiempo. La levantó en un impulso y la bajó sobre su miembro, invadiéndola de una

sola estocada. Nathan la abrazo con fuerza, tomándola por las caderas y clavándose en ella hasta el

fondo. Era glorioso verla moverse sobre él, gritar, gemir, pedir más y anclarse a su boca como si fuera

lo único que necesitara en la vida.

Poco después estaban rodando por la alfombra, empapados y descontrolados, mientras Nathan

levantaba las piernas de Amelie sobre sus hombros, y la penetraba salvajemente en esa posición.

Amelie se sentía expuesta e indefensa con Nathan dominándola de ese modo, pero también se sentía

inexorablemente unida a él.

Casi lloró mientras lo seguía a un clímax perfecto y devastador, y un segundo después solo sabía que

intentaba no dormirse bajo la ducha.

Despertar fue casi un milagro. Meli sentía que le había pasado un tren por encima.

“Un tren sexy llamado Nathan King”, pensó con una sonrisa, pero cuando abrió los ojos se encontró

una nota y una pequeña caja en su lado vacío de la cama.

“No voy a obligarte a usarlo, pero quiero que sepas que siempre estará esperando por ti”. 2 Leyó Meli

y su mano temblo antes de abrir la cajita de terciopelo negro.