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Capítulo79
-Alejandro… ¡todo es culpa mía, una equivocación momentánea de una madre! ¡Todo es culpa mía!
Ana pensó que en lugar de ser interrogada, sería mejor tomar la iniciativa y asumir la
responsabilidad del error. Este asunto no debía afectar a su hija y su camino para casarse con una
familia adinerada.
Así que se lanzó hacia adelante con una expresión de duelo en su rostro y se arrodilló
directamente frente a Alejandro: -La familia Sánchez está pasando por dificultades. No solo se ha
roto la cadena de financiamiento, sino que también nuestras fábricas han cerrado una tras otra…
La familia Hernández se niega a ayudarnos, y la familia Pérez nos ha acorralado demasiado.
Estamos sin salida… Por eso, discutí con el padre de Beatriz sobre vender algunas de nuestras
posesiones para llenar el vacío en el grupo. Fui yo quien tomó las joyas de Beatriz y las vendió sin
que ella lo supiera. ¡Si hubiera sabido que ese collar era el símbolo de amor que Alejandro te regaló
a Beatriz… incluso si me muero de pobreza y hambre, nunca lo habría vendido! 1
Beatriz suspiró aliviada en su corazón y fingió una expresión inocente y sorprendida, con lágrimas
en los ojos. -Mamá, eres demasiado. Ese es mi collar favorito. ¿Cómo pudiste venderlo
directamente?
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Sin embargo, los párpados fríos de Alejandro no se movieron en absoluto, solo abrió la boca
fríamente: -Lo que quiero preguntar no es eso.
En sus ojos, el asunto del collar ya no era importante en comparación con la acusación a Irene.
Aunque se sintió frustrado y molesto por ver su esfuerzo desperdiciado, Alejandro podía entender
y perdonar si Beatriz realmente lo había vendido para salvar a su familia de la adversidad.
Pero tergiversar y culpar a una persona inocente, eso no podía perdonarlo.
-La herida en tu mano, ¿te la hiciste tú misma o fue Irene quien te la hizo? ¿El brazalete de Irene
se rompió accidentalmente o lo arrancaste y lo rompiste?– El tono de Alejandro era bajo y sereno,
su mirada imperturbable.
-¿Crees que soy una mala mujer que culpa injustamente a Irene?– Beatriz lloraba con lágrimas en
los ojos, -¿Acaso crees que en tus ojos no soy ni siquiera comparable con tu exesposa que te
engañó emocionalmente?
-Noa nunca miente. Ella dice que no vio a Irene tocarte–Alejandro frunció el ceño.
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-Noa no tiene claridad mental y tiene dificultades en la expresión verbal, Alejandro, tú lo sabes, y
en ese momento, no sabemos en qué rincón se escondía o si realmente vio claramente–Ema
intervino apresuradamente para calmar la situación.
Alejandro levantó el borde de sus labios con frialdad: -¿Es así como una madre trata a su propia
hija delante de los demás? No tengo madre, no lo entiendo muy bien.
Ema palideció al instante.
Alejandro, por lo general, era reservado en casa, pero cuando le respondía, realmente mostraba su
autoridad.
-Beatriz, ¿por qué hiciste esto? Si te elegí a ti, no volveré con Irene. ¿Por qué tienes que buscar
problemas con ella?
Alejandro reprimió su profunda frustración. La creciente decepción pesaba como un pesado
grillete en su corazón, casi lo dejaba inmóvil.
Aún estaba dispuesto a estar con ella, por el amor de esos veinte años de amistad de la infancia y
el acto de redención de su juventud. Después de todo, Beatriz era la única luz que había entrado en
su oscuro pasado.
Tenía mucho miedo de que esa luz se apagara y de que la persona que había elegido arriesgarlo
todo por él fuera la equivocada. 1
-¡Yo no lo hice! ¡No fui yo!– Beatriz gritaba y golpeaba frenéticamente las sábanas de la cama. Sus
ojos, generalmente suaves como el agua, estaban inyectados en sangre y mostraban una expresión
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feroz. ¡Ella me robó a mi hombre! ¡Ahora quiere convertirme en una persona dañina! Leona dijo
que Irene y Noa tenían una buena relación cuando estaban en la familia Hernández… ¡Seguro que
están conspirando para dañarme! ¡Alejandro! ¿Prefieres creerles a ellas en lugar de creerme a mí? ¿
Te has enamorado de Irene? ¿Ya no me quieres?
-Siempre te he amado, incluso durante los tres años que estuve casado con Irene, mi corazón
nunca cambió, y nunca dormí con ella–Alejandro apretó con fuerza los dedos temblorosos. Sus
ojos estaban apagados y sin brillo.
Recordó cómo Irene asumió la culpa sin dudar cuando fue cuestionada, recordó su muñeca
hinchada, recordó su mirada decepcionada llena de lágrimas y resentimiento…
Alejandro inhaló profundamente mientras una fuerte jaqueca lo hizo perder la claridad de su
visión. Pero, Beatriz, todo lo que has estado haciendo últimamente, cada vez entiendo menos. ¿
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-No, Alejandro… ¡Alejandro!– Beatriz, viendo que el hombre se alejaba sin siquiera mirar atrás, se
asustó y corrió hacia la puerta.
Solo obtuvo un sonido sordo cuando la puerta se cerró de golpe.
Beatriz, con los ojos enrojecidos, pateó furiosamente la puerta de la habitación, pero su fuerza fue
tan excesiva que gritó de dolor y saltó en su lugar. (2)
¡Irene! No te dejaré salirte con la tuya. Estamos en guerra. Y yo también estoy decidida. 2
禮