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Capítulo618
-Rodrigo, calmate- dijo Luisana mientras retrocedía rápidamente y hacía una profunda
reverencia
Pero el hombre lleno de ira a su alrededor, ya se había levantado y salió
Abajo, Jimena estaba empapada en sudor, sentada nerviosamente en el sofá con cuatro
guardaespaldas a su alrededor, sin poder moverse.
–
-Señorita, el joven Rodrigo está enfadado. ¿Qué debemos hacer? preguntó la secretaria
arrodillándose y abrazando sus piernas con miedo.
-¿Me estás preguntando a mí? ¿Cómo puedo saberlo?
Se oyeron pasos fríos, y pesados acercándose.
Rodrigo se acercó siguiendo a Luisana, y de repente, una atmósfera helada llenó la sala de estar.
-Hermano- Jimena lo llamó débilmente.
Ella se dio cuenta, de que no serviría de nada enfadarse ahora, así que tenía que fingir inocencia y
debilidad.
Follow on NovᴇlEnglish.nᴇt-Golpeaste a Noa e incluso la pateaste. Vi todo claramente en la cámara- Rodrigo respiró profundamente,
reprimiendo su furia y el deseo de acabar con ella.
Si ella no fuera su hermana, estaría haciendo que alguien pagara un alto precio por esto.
-Hermano, fue un error momentáneo. Me criaste desde que era pequeña. ¿Cuándo me has visto pelear con
alguien? Incluso tengo miedo de las orugas. Nunca hice algo así antes- Jimena se defendió, estúpidamente con su
rostro enrojecido.
Sin embargo, Rodrigo seguía sin mostrar emoción, era imposible saber lo que pensaba.
-Fue ella, ¡todo fue su instigación!
Jimena giró los ojos ligeramente y pateó a la secretaria. -¡Fue ella! Desde que bajé del avión, ella ha estado
incitándome y provocándome para que haga daño a Noa. Ya la odiaba antes. ¿Cómo iba a
soportarlo? ¡Ella es la que me hizo hacer esto!
-No es cierto. Yo no hice nada, dijo la secretaria, asustada y arrodillada en el suelo, sin atreverse
-¿Por qué deberías odiar a Noa? ¿En qué te ha ofendido? – preguntó Rodrigo con una mirada
sombría.
Jimena se quedó sin palabras por un momento, y se inventó una excusa al azar. -Ella es una tonta que se atrevió a
coquetear contigo. ¿Cómo podría permitir que una mujer así se convierta en mi
futura cuñada?
-¿Por qué no puede ser tu cuñada? ¿Necesitas mi aprobación para elegir a una mujer? – Rodrigo
entrecerró los ojos, sonriendo irónicamente, lo que fue aún más aterrador que su enojo.
Jimena sintió que estaba a punto de llorar, y una sensación de desesperación la invadió.
-Y, por cierto, te equivocaste en algo- continuó Rodrigo. Recordó la figura alegre y saltarina en la
nieve, los labios suaves y tentadores de la niña, y su ira reprimida estaba a punto de explotar. o-
No fue Noa quien me coqueteó, fui yo quien la sedujo, fui yo quien quiso estar con ella.
Jimena se sintió como si su mundo se derrumbara. La basura que ella había pisoteado durante
tanto tiempo estaba a punto de subir y aplastarla.
-Luisana.
-Sí, Rodrigo- respondió Luisana.
-Lleva a esta mujer, llévala al burdel, tortúrala y no la dejes viva.
Rodrigo habló con frialdad y sentenció a muerte a la secretaria.
Ese burdel era conocido como un lugar infernal. Los hombres que iban allí se convertían en
esclavos, y las mujeres tenían un destino aún peor; se convertían en prostitutas, se enfermaban y
vivían una vida miserable.
Follow on Novᴇl-Onlinᴇ.cᴏm-¡Joven Rodrigo, no fui yo! ¡Fue la señorita! ¡Joven Rodrigo! Sin embargo, no importaba cuánto
suplicara la secretaria, no servía de nada, ya estaba dada la sentencia.
Luisana hizo un gesto indiferente y dos guardaespaldas corpulentos la arrastraron fuera.
Jimena estaba petrificada, sin moverse en absoluto. Era la primera vez en su vida que veía a su
hermano, manejando a sus subordinados delante de ella.
-Mi casa privada, aparte de Luisana y yo, solo es conocida por unos pocos de confianza mi lado.
Incluyéndote a ti y a madre.
Rodrigo bajó las largas pestañas y sacó una elegante caja de cigarrillos de su bolsillo, encendió uno y lo sostuvo
entre sus labios afilados -Entonces, ¿quién te informó?
Jimena temblaba bajo su lujoso abrigo de piel, sudaba frio empapando su gruesa piel.
-Las personas cercanas a mi, me conocen claramente y saben cómo es mi temperamento. Lo que
más odio es la traición.
Rodrigo encendió el cigarrillo con la mano enfundada en un guante de cuero negro, exhalando una
fina nube de humo antes de preguntar con indiferencia, -Hermanita, ¿quién te dijo que Noa y yo
viviamos aquí? – Jimena tenía la garganta apretada como si tuviera una espina clavada y su rostro
estaba completamente descolorido, incapaz de articular palabra alguna.